Como a los maricones de antaƱo, aquellos que no necesitaban ser defendidos en las Cortes con leyes exageradas, y a la postre, ilegales, yo conocĆ a Hughes sin haberlo conocido, como en un cuarto oscuro de Chueca o de la torremolinense La Nogalera, que en realidad es en lo que se ha convertido internet: en un aquĆ te pillo, aquĆ te mato. En mi caso, y como el sexo anal de minuto y poco en los aseos donde nadie mea –salvo si es en las fauces del otro–, yo le pedĆ que me presentara un libro cuando en realidad jamĆ”s le habĆa leĆdo: sólo le habĆa visto en el ABC con ese nombre entre gibraltareƱo y simulado y esa pose entre polĆtica y de lateral derecho a la Ćŗltima. Seguramente le enviĆ© la solicitud beodo, cuando a la maƱana siguiente tenĆa la afirmación por respuesta, entendiendo que si yo en aquellos aƱos residĆa en Asia, a siete u ocho horas de diferencia, cuando Ć©l me contestó, tambiĆ©n debĆa estar bebiendo. O bebido. Sea como fuere, yo me enterĆ© del sĆ por la maƱana; por lo que a eso de la tarde-noche aceptĆ© que yo era Dios y de ahĆ hasta que un par de meses despuĆ©s nos encontramos por primera y Ćŗnica vez en la plaza de Chueca –¡cómo no!–, lo cual no deja de ser un antioxĆmoron. Era mediodĆa, sĆ”bado, y aparte de casi tan alto como yo me pareció decente, bien vestido y sin griterĆos ni aspavientos, que eso ya es un milagro en estos tiempos que corren. Y sobre todo en Chueca y aledaƱos. Tras dos cervezas complicadas –en esos aƱos yo bebĆa el triple y consumĆa ansiolĆticos–, nos fuimos a Nakama Lib, una librerĆa tan especial que justo hace una semana que dejó de existir, a presentar mi libro, el cual se habĆa leĆdo de cabo a rabo, tomando notas incluso, porque se es profesional o no se es persona. Hace tres meses me suscribĆ a ABC por Ć©l, por Pablo M. DĆez y por Pedro Cuartango. Y como los mafiosos que toman decisiones exageradas, desde hoy dejarĆ© de leer el citado medio ya que Hughes nunca mĆ”s volverĆ” a escribir allĆ.
(Escrito el pasado 17/02/23)

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