Aunque aún no se sepa si el Barça pagó poco, mucho o demasiado a los árbitros, uno sabe que cuando alguno de ellos recibe transferencias millonarias de clubes a los que arbitran no era para festejar el Día del Padre. Porque hoy Unionistas, que podría haber estado mejor en algunas facetas del juego aunque en general estuviera bien e incluso en algunos momentos notable, ha perdido, entre otras cosas, por una decisión a todas luces injusta: con 1-1 en el marcador, y cuando corría el minuto 63, a Chapela, el mejor de Unionistas, le era anulado un gol absolutamente legal que podría entenderse en un 10% que el linier cometió un falló pero en un 0% que el árbitro, que estaba encima, no rectificara que para eso es la última palabra y la que más experiencia atesora. Aunque a final de temporada todos los equipos de todas las divisiones de todos los países de todos los deportes cuentan que les robaron puntos por errores arbitrales, a Unionistas le llevan sajando algunos de más casi sin cesar y aquí sin transferencias millonarias de por medio que se puedan demostrar sólo queda el sancionar a colegiados que, con todo el derecho del mundo a equivocarse, están pidiendo a gritos no sólo un descenso de categoría sino un VAR como el acueducto de Segovia de grande a partir de la próxima temporada. Porque el VAR, a fin de cuentas, es el bastón del trencilla ciego, tantas veces, ciego por gusto. Además, hubo un par de posibles manos –también una de Rojo– que los bastardos de InSports TV no repitieron por lo que uno se queda con más de una duda. Pero ciñámonos a lo que ya es sentencia firme: Unionistas perdió en Badajoz 2-1, siendo remontado, por un equipo que no sólo no fue mejor sino que hasta tuvo algo de suerte.
El partido comenzó con dos novedades: Mikel Carro alcanzaba la titularidad por primera vez y Carlos de la Nava regresaba a la misma tras varias semanas mendigando en el banquillo. Además, Fran Rodríguez quitaba el puesto a Blázquez, héroe de hace siete días, porque a Ponz, que es nuestro Dios, no terminan de convencerle –y hace muy bien– los laterales derechos suplentes que hasta meten golazos por la escuadra a pierna cambiada. Además, a los dieciocho segundos el Badajoz ya tenía su amarilla, que visto en la distancia, parecía ser una excusa para el robo a mano armada que padecimos, algo así como expulsar con roja directa a un miembro del cuerpo técnico local cuando por el pinganillo, si es que no lo sabía antes, le avisaron de que el 1-2 de Chapela fue más legal que el gol de Iniesta en la final del Mundial.
Me animé cuando Losada llevaba dos caídas –una hasta sin balón– en los primeros cinco minutos. Esto va a ser como contra el Linense, me dije. Justo después una sospechosa mano en el área pacense de un equipo local que había salido mucho más acelerado que de costumbre (tarjetas amarillas, faltas violentas, protestas…). Pero según iban pasando los minutos ocurrió lo que ya comenzaba a mascarse: Nespral, a lo Modric, envía un balón entre líneas para que Losada, aún de pie, reciba con el pecho y se la acomode para empalmar a gol como lo hacía Van Basten en el 88. 0-1 y visos de 0-2 si los locales seguían estando fuera del partido, muy pasados de vueltas y como flanes en defensa.
A los 14 minutos es De la Nava el que no la mete de milagro en lo que aparte del gol de la jornada habría sido el mejor homenaje a Zidane: ¡qué calidad la del capitán, por Dios! Lástima de insuficiente definición, el auténtico lastre de un equipo que merece mucho más (e incluso cuando estaba Casañ), porque uno se pregunta muy seriamente qué habría pasado si Unionistas hubiera tenido desde el principio de temporada de delantero centro a Rodri Ríos, la bestia parda que si le dan seis jornadas más de las legales mete al Ceuta en puestos de playoff y luego en Segunda (hoy el Ceuta ha empatado en Alcorcón, el líder, con dos goles del citado).
La posesión, en el minuto 15, ni Guardiola jugando un Cádiz-Barça: 32%-68%. Jamás había ocurrido. Ni con Dani Mori, ni con Hernán Pérez: 32%-68%, repito. Incluso, ya habíamos disfrutado de tres saques de esquina a favor por ninguno de ellos teniendo que recordar que el equipo local, con inmenso presupuesto, tras cambio de entrenador y jugando en casa, se nos empezaba a arrodillar. Y todo eso, continuando con una fabulosa presión adelantada que tenía al Badajoz agonizando. Gracias, Ponz.
Jon Rojo en otra llegada, taconazo hacia atrás dentro del área, a lo Sócrates en el 82, cuando en el minuto 24 Fran Rodríguez disparó al segundo anfiteatro –sólo tiene dos El Vivero– recordando que Blázquez las tira mejor. Luego Ramiro tuvo que ser sustituido ya que se lesionó aceptando que esta temporada contra el Badajoz no debía haber jugado nunca: en la primera vuelta, expulsión, y hoy, lesión. Aún con 10, porque Pedraza esperaba el sí del colegiado para el cambio, Losada erró el 0-2 en otra jugada de tiralíneas. En el 32’, porque aún Unionistas arrasaba, Chapela a lo Mbappé –¿o era una gacela?– se recorrió toda la banda derecha para morir en la orilla del área. Acojonante, Unionistas. Simplemente acojonante. Un auténtico orgullo.
Pero para ser justos el Badajoz comenzaba a llegar, sobre todo por banda derecha. Y tras la tarjeta a Nespral que lo dejó frío para el resto del partido llegó el empate tras otra llegada del mejor del Badajoz, Carlos Calderón, que metió un centro para que Gorka Santamaría, que gana más que los seis jugadores que ustedes elijan de Unionistas juntos –aunque a Villardón le moleste de vez en cuando hay que recordarlo–, empatara un duelo que era nuestro. Muy nuestro. Aún debemos reconocer que los contrarios nos meten gol con menos esfuerzo que nosotros. Tristemente. De ahí al final más dudas, otra tarjeta (a Fran Rodríguez), un disparo de Pedraza desde su casa que no iba desencaminado del todo y un centro con veneno de Rojo para echar el cierre con una lucha encarnizada de Leal con un defensa en el área tratando de rematar que lo mismo pudo ser penalti que falta del que atacaba.
Sin querer ser más forofo, Unionistas debía haberse ido al descanso ganando. Y si eso no era así fue sólo por nuestra culpa. Nada de árbitros. O eso creo. Comenzamos tibios la segunda parte y ya calentaban Ahn, Óscar Sanz y Borja Díaz. En esas, Insports TV nos sacó dos secuencias seguidas de ambos entrenadores. Uno, el local, David Tenorio, que se estrenaba en el cargo y que parecía que acababa de salir de una clínica de rehabilitación, y el otro, el nuestro, nuestro Ponz, que de negro The Cure y con tatuaje en el antebrazo izquierdo, aún no sabía lo que se le iba a venir encima gracias al linier de su banda. Antes, un suficiente De la Nava que falló el 0-2 en la primera parte –no hay que olvidarlo– y un Losada otra vez goleador, dejaron sus puestos a Ahn, que hizo poco reseñable, y a Borja Díaz, que no estuvo mal. Pero teníamos un problema tangible: Carlos Calderón estaba humillando a un Jon Rojo que también pide a gritos una semana en el banquillo cuando llegó el momento del partido: por más de un metro se pitó fuera de juego a un gol muy legal de Chapela, que muy posiblemente si no hubiera decantado el partido a nuestro favor habría estado muy cerca. Y uno se pregunta ante tanto fallo en contra: ¿es acaso el fútbol popular un peligro para Rubiales y su Primera Federación exagerada? ¿Por qué no se acepta que equipos con retales ganen, o al menos lo intenten, a escuadras que sí o sí tendrían que estar en Segunda División el próximo año cuando algunas están mucho más cerca de la Segunda Federación?
A partir de ahí la cosa empeoró, aunque sólo levemente. El Badajoz se acercaba con peligro mientras Pedraza enseñaba español a Adilson de manera violenta, el cual lo superaba por banda derecha, mientras Chapela y Fran Rodríguez controlaban muy bien la pelota, cuando entraron Juampa Barros y Óscar Sanz por un Beneit de más a menos y un Nespral peor que en la primera parte. Ambos, además, tenían tarjeta. Y seguíamos sin encerrarnos, algo a elogiar, incluso cuando el Badajoz comenzó, como al final de la primera parte, a dar un paso adelante, a veces dos. Y de nuevo, con muy poco, nos metieron el segundo. Fue Calderón, el mejor de ellos, que esta vez hizo las veces de delantero centro, el que se adelantó a los defensas. Luego Borja Díaz lo intentó desde su casa mientras Fran Rodríguez también trataba de que Adilson mejorara su español jugándose la roja. Pero de una manera cruel –sobre todo si el trío arbitral ve el resumen y tiene remordimientos– nos vamos de vacío tras tres semanas memorables. Sea como fuere, el Dépor tiene que pagar los platos rotos. Porque el comodín del árbitro dudo mucho la próxima semana vuelva a joder a Unionistas.

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