Dani Ponz, presidente (Celta B 0– Unionistas 1)


En el proceso electoral que Unionistas acaba de dar comienzo se habla de Pescador y poco más además de que el candidato que se presente será continuista sí o sí cuando nadie ha caído en el detalle de que si mañana hicieran una encuesta Ponz arrasaría incluso si Sandoval rompiera su promesa y volviera a presentarse. Porque lo que parecía una buena racha se está convirtiendo, como ya avisé la semana pasada, en una cercanía a los playoff de ascenso –y sobre todo a la Copa del Rey– mientras nos alejamos del descenso a pasos agigantados. Porque como cantaba don Enrique Morente las letras traducidas de don Leonard Cohen: Primero conquistaremos Manhattan; después conquistaremos Berlín, cuando faltaba en ese estribillo la conquista de Balaídos que sólo se le ocurrió a Ponz. Porque cuando en el minuto 23 el centenar de aficionados retumbaban el estadio de Primera interpretando el himno de le extinta Unión, uno se puso a echar años hacia atrás hasta la última vez que otros hicieron el mismo ejercicio en semejante templo. Y han pasado tantos lustros, tristemente.

 

Unionistas, de todas formas, con su partido ultraserio parecía indicar a la plantilla celtiña que jugó este pasado viernes contra el Sevilla FC –algunos había en la grada; en realidad nosotros somos la superior Semana Santa– que en un par de años, a lo sumo tres, jugaremos contra ellos, cuando Aspas muy seguramente se lo perderá. 

 

En un Balaídos vacío –memorable homenaje a los años COVID o anunciación de lo que quedará del fútbol negocio cuando arrase el popular–, Unionistas jugó un partido entre serio y de categoría superior, que causa sonrojo esto último cuando hasta hace mes y pico transitábamos por la zona de descenso, la cual cada vez nos queda más lejos. Que ese centenar de unionistas se escucharan como si fueran ocho mil genera una especie de orgasmo en el que escribe que deben ser tres o cuatro, y de eyaculación muy precoz, en los que corren por el ancho campo. Porque en la primera parte Juampa Barros estuvo mucho más bregador que siete galgos cuando Óscar Sanz comienza a ser nuestro particular Beckenbauer –aún es del Nàstic; hay que comprarlo o al menos secuestrarlo–. Porque para entender cómo está Unionistas baste recordar que en el minuto 8 Mario Losada tiró desde el centro del campo y casi la mete cuando hasta hace muy poco no la metía ni a puerta vacía. Un par de minutos antes, Sanz lo intentó desde 40 metros, demostrándose la teoría de mi amigo de la que ya informé la semana pasada: hay que chutar a portería desde cualquier posición. Gracias, Ponz. Mención aparte el partido, sobre todo en su primera mitad, de Miguel Rodríguez: un chico joven que lleva tiempo despuntando en el filial vigués y que hacía menos de 48 horas se había estrenado en Primera División metiéndole un gol al Sevilla en el Pizjuán y que se quedó a cero, como su equipo, gracias a la formidable seriedad de un Unionistas que jugó con el descuento incluido quince minutos con uno menos: otra forma de épica.

 

Antes, Nespral también hacía más de jabato que de creador cuando Chapela seguía apretando por la derecha contándonos que en pocos años tanto él, como Óscar Sanz, como Ponz, como medio Celta B y nuestro club estarán jugando en Primera. En el minuto 22 Miguel Rodríguez casi la mete (fuera por muy poco) cuando en el 26’ el mismo superdotado le comió la tostada a un impecable Pedraza salvo por ese lance que le dejó desdibujado. En el minuto 32 Juampa Barros cayó tan a lo bestia en un salto que de manera telenovelesca pensé en lo peor. Como dije en la pasada crónica, Juampa se ha transformado en un lanzador a portería desde casi cualquier posición y en un defensor violento pero en su potencia, no en sus malas maneras. En el 37’ De la Nava hizo del mejor Laudrup con un pase al hueco fabuloso cuando segundos después Nespral disparó desde el borde el área rebotando en la defensa local cuando Leal casi la enchufa, demostrándose de nuevo que el equipo está, ahora mismo, para jugar la fase previa de la Champions sin ser desollado. Con el descanso empatados a cero y sin grandes ocasiones uno tenía la sensación no sólo de que podíamos ganar sino de que éramos algo superiores por mucho que la posesión arrojara unos datos injustos: 57%-43%. Tanto fue así que en minuto 38 el entrenador vigués había sacado a calentar a medio banquillo y no porque Galicia estuviera siendo azotada, precisamente, por una ola de frío.

 

La segunda parte comenzó con dos cambios en el Celta B y uno (Beneit por Juampa) en Unionistas. En el 48’ Blanco imitó al Miguel Rodríguez de la primera parte disparando muy fuerte rozando el palo, cuando en el 52’ fue el propio jugador ya de Primera el que hizo que Salva de la Cruz tuviera que pararle su disparo en dos tiempos, debutando en esta crónica. Cuando Óscar Sanz hizo una amarilla táctica para detener el clásico contraataque celtiña, comprendí que estaban no sólo mejor que en la primera parte sino mejor que nosotros. Claro que justo ahí zancadillearon a Chapela, de forma extraña, metiendo el gaditano el gol de una forma mucho más clara de lo que fue el penalti. Con 0-1, y siendo justos, sin que el Celta B dominara o hiciera esas perpendiculares a las que nos tienen acostumbrados, Ponz, nuestro Kim-Jong Un, nuestro querido líder, decidió sacar a un De la Nava hoy más concreto que otras veces por un Borja Díaz que nada más salir recibió una tarjeta clarísima. Antes Leal también se la ganó a pulso. En esos instantes, y cuando aún restaban casi 25 minutos más el descuento, el Celta B de Claudio Giráldez ya había realizado cuatro cambios. Mientras Sanz trataba de convertirse en el sucesor de Franz –Beckenbauer; no Rodríguez, nuestro lateral granaíno–, tuvo que dejar su sitio –tenía amarilla y desparpajo: oxímoron de cajón– a Veiga, cuando Ahn, que salió por un Losada que de nuevo se deja la vida en cada partido, vio como en seis minutos casi lo expulsan: amarilla nada más salir y casi la segunda a los dos minutos. Entremedias, Beneit falló un gol gracias a que nuestro ex Ruly García estuvo soberbio cuando el que sí fue sacado antes de tiempo –exactamente en el minuto 81– fue Nespral, que seguramente con su acción demostró ser no sólo el más inteligente sino el menos egoísta: no jugará la próxima semana contra el Talavera cuando sin esa falta muy probablemente ahora mismo estaríamos hablando de empate en el marcador. Como el Celta B se crecía y el tiempo se acababa Ponz, nuestro Dios almodovariano, sacaba a Mikel Carro por Iván Chapela. Justo después, un Ahn que más que surcoreano parecía argentino, hizo otra falta a destiempo que podría haber supuesto el primer caso de un jugador que mereció, al menos, tres amarillas en un cuarto de hora. Aunque es obligatorio recordar que Ahn no sólo hace faltas, sino que se faja de manera memorable. Lástima que  desde que llegó aún no haya tirado a puerta. Y en el 93’, por qué no decirlo, el miedo en el cuerpo, tras una falta al límite de todos los límites a Hugo Díaz en un borde del área que rozaba la cal. Pero siendo justos, y cuando el colegiado pitó el final, el Celta B había disparado las mismas veces que Unionistas (12) cuando a la portería nosotros lo hicimos en 5 ocasiones por 2 de los herederos de Aspas. Y claro, ese 0-1 no sonó a injusto. 

 

Sea como fuere, si se nos ocurriera vencer el próximo domingo al desesperado Talavera en nuestra segunda salida consecutiva y el Castilla hiciera lo propio en casa ante el Celta B, yo, que siempre transité décadas dentro del síndrome de Peter Pan, estaría cada vez más convencido de que jugaremos un playoff de ascenso del que nadie hace caso menos yo. Y tomen nota de mi sueño, por favor. Que por cierto, aún estamos de semana sagrada. Por lo que si vieran a Ponz pasearse por Salamanca, súbanlo a una mesa de bar y sáquenlo de paseo. Porque vaya tela. Vaya tela. 

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