Cuando a bordo de una depresión a la que no quería mirar a los ojos contratamos a Ponz, pensé que nos estábamos preparando para competir en Segunda Federación: nuestra primera caída a los infiernos desde aquel aún cercano 26 de agosto de 2013. Ponz era un tipo que no sólo no era conocido sino que yo, un friki del fútbol modesto, jamás había oído hablar de él. Que viniera de una división inferior era lo de menos, o mejor dicho, lo de siempre. Pero lo peor se asomó durante la rueda de prensa de presentación. Porque allí mismo me dije: Coño, hemos contratado a Antonio Díaz-Miguel. Que Key el otro día realizara una observación parecida en Twitter me tranquilizó. Pero esas gafas… Pensé mucho en las películas ochenteras de Almodóvar. Mucho. Y me lo imaginaba fregando platos en una cocina multicolor mientras Carmen Maura le pedía fuego a Antonio Banderas. Tras la primera alineación en Alcorcón –la misma–, planteamiento –el de siempre– y resultado –el tristemente habitual–, a sabiendas de que hasta nos escamotearon un penalti –¡como con Casañ!–, corroboré que Ponz era un bluf que podría ser válido para un tiempo de reorganización, y que el año que viene –¡depresión!– nos enfrentaríamos al Guijuelo, Coruxo, Oviedo Vetusta y Rápido de Bouzas, entre otros. Tras ganar al Sanse sufriendo pero con mejores síntomas le di una oportunidad, por puro amor a Unionistas. Pero después de San Fernando, la nueva victoria en casa contra la Balona, e incluso tras la derrota injusta de la semana pasada en Badajoz, supe que si Ponz se abriera un perfil en Tinder, y sin necesidad de vacilar de gafas ochenteras, en la siguiente generación de salmantinos podrían estar censados entre Capuchinos, San José y Carmelitas siete personas con primer apellido Ponz. Que así están las cosas cuando en fútbol ganas y la gente se cree que fuiste uno de los fundadores de la Movida, entre Alaska y los Décima Víctima. Christian Santos, por cierto, no aguantaría una comparación en la citada red social con el míster, siempre a la zaga en el registro civil en cuanto a número de herederos.
Pero claro, es que luego ha llegado lo de hoy en el Reina Sofia. Remontada sin épica, pero remontada a fin de cuentas, contra un equipo que se cree de Primera División con presupuesto de Segunda. O sea: contiene todo el ADN necesario para tirarse seis o siete lustros penando por la Primera Federación. A valorar que como las grandes sectas su pasión mueve montañas y mil y pico coruñeses ayudaron a poblar las gradas, que de nuevo, no terminaron de llenarse por mucho que se dijera aquello de no hay billetes. Que el Reina comienza a padecer la maldición de aquel Maracaná del siglo pasado.
El comienzo del partido resultaba visualmente extraño ya que en la toma de televisión se apreciaban colores blanquiazules y blanquinegros poblando las casi repletas gradas cuando sobre el tapete aparte de blanquinegros había otro equipo vestido de verde, como si en realidad fuera el sparring antes del gran evento, no el verdadero equipo gallego. Sea como fuere, el Dépor metió el primero cuando aún nadie sabía a qué se estaba jugando. Tras el 0-1 de Soriano –gran inicio de Lebedenko– se informó por InterSport TV que la posesión de balón era de un 12% para los nuestros y de un 88% para los coruñeses. Que fue salir esto en pantalla y Losada meter un golazo (otro) por toda la escuadra de Mackay tras un grave fallo defensivo deportivista gracias a la presión en el salto de Carlos de la Nava y al viento. Como curiosidad comentar que el delantero madrileño no lo celebró ya que hace cuatro años pertenecía al filial del Deportivo; y qué quieren que les diga, todas estas patochadas me parecen eso: patochadas. Los goles se celebran o no se meten. A partir de ahí el Deportivo se vino completamente abajo, la posesión se igualó y nunca más, repito, nunca más, los absolutamente favoritos de esta tercera categoría nacional fueron capaces de tirar a puerta hasta bien entrada la segunda parte. Aburrido equipo que dice ser el máximo favorito para ascender directamente, con un medio del campo mediocre –al menos ayer– aunque con muy buenos jugadores técnicamente hablando, en lo individual. Por cierto, a los que vemos a Unionistas por la tele comentar que, sin duda alguna, la publicidad más reiterativa y diferencial es la de aquella caseta que dice Panelais.
Antes de terminar la primera parte, vieron amarilla Óscar Sanz y Roberto Olabe, con dos equipos jugando con las líneas juntísimas pasando por alto a los mediocampistas: ni siquiera nuestro timón Nespral podía entrar en juego. En el minuto 33 Juampa Barros, de sorprendente delantero centro, remató muy mal de cabeza completamente solo dentro del área. Y de Chapela comentar que siempre, absolutamente siempre, defiende, roba, regatea, centra y hasta tira con tal criterio que es uno de los sí que tenemos claro que el año que viene, como poco, jugará en Segunda División. En el descuento de la primera parte, amarilla a Nespral (nuestro dos medios con tarjeta y el astur sangrando por la nariz) y cierre de la misma con un empate a 1-1 insulso en juego en donde Unionistas llevaba 13 faltas por 7 de un Dépor absolutamente desaparecido tras el empate.
La segunda parte comenzó con una imagen aclarativa de cómo estaban los contrarios: Roberto Olabe hacía una falta muy clara con amarilla y la gente comenzaba a pedirle la roja que llegó, para sorpresa de todos –¿era en realidad un mediocentro curtido en mil batallas del Deportivo o un juvenil de primer año ascendido al Fabril?– cuando dos minutos después realizó otra a destiempo. Yéndose al vestuario con casi cuarenta minutos por delante rompió una puerta del estadio, señal de que hay jugadores que realizan cosas mucho más reseñables en un partido cuando ya no están sobre el verde. A continuación Óscar Sanz también hizo falta, así como Nespral, y quedaba claro que a la siguiente sería el turno de alguno de ellos. Afortunadamente Ponz, nuestro ángel de la guarda, sacó de inmediato a Nespral dando entrada a Mikel Carro; además otro exdeportivista, Christian Santos, salía por un De la Nava que atacando debe mejorar.
En el 68, y dando razón a Helenio Herrera, el equipo de Óscar Cano estuvo cerca de meter el 1-2: Salva de la Cruz, inmaculado hasta entonces, realizó un paradón colosal cuando el Dépor pidió penalti de Leal, dudoso como poco. Por cierto, desde el minuto 14 –y era el 68– el Deportivo no había tirado a puerta. Justo antes, en la falta de la roja a Olabe, Juampa Barros, escoradísimo, tiró a la misma escuadra haciendo trabajar, y muy bien, a Mackay, que aunque recibiera dos goles no estuvo nada mal. Que por cierto, viendo desde dónde tiró Juampa, absolutamente lleno de confianza, me acordé de lo que un amigo mío me decía, hace años, cuando salíamos por las noches: Joaquín, hay que chutar a puerta desde cualquier posición.
En el 70 entraron Unai Veiga por Óscar Sanz –el riesgo de perder a un jugador por roja decrecía– y Ahn, que parece el ojito derecho de Ponz, por Losada. Y en un toma y daca contra un equipo superior en todo (presupuesto, historia, jugadores…) pero con un jugador menos Christian Santos metió el 2-1 (minuto 80) tras un gran centro (el único) de Fran Rodríguez. El fallo de los centrales coruñeses, abrumador. Por cierto, Santos tampoco lo celebró: también tuvo pasado deportivista recientemente. Por lo que a uno le queda la duda de si jugar siempre con ex del equipo contrario, que aunque no celebren y junten las manos rogando clemencia, siempre meten.
De ahí al final buen control de Unionistas (con Casañ, hay que ser justos, sufríamos muchísimo más para mantener los resultados), aunque Salva tuvo que sacar una de Quiles, desaparecido, fuera de sitio. En el 84’ fue Ramón Blázquez el que salió por un muy bregador Juampa Barros (uno de los que más ha mejorado con Ponz) recibiendo una amarilla tan clara que ya se olisqueaba la roja. Chapela, al contraataque, casi la mete con Lucas Pérez de último hombre defendiéndole (caos organizativo general en el Dépor) aunque tengo que resaltar que pasado el minuto 90 de juego el entrenador contrario hiciera un cambio, que seguro lo realizó para empatar pero que lo que sí es seguro es que les hizo perder tiempo. En todo el descuento no hubo ocasiones, si acaso Jaime mete en propia puerta el 3-1 cuando esta victoria se recordará por los goles locales no celebrados y por Nespral y Santos sangrando abundantemente por partirse la cara por un Unionistas que tras el pitido final se abrazaba en una piña humana.
Y déjenme exagerar: si la semana que viene ganamos en Balaídos al equipo, para mí, más complicado de ganar por su verticalidad, calidad y gol, nos pondremos a diez puntos de ellos con 21 por jugarse. Que gracias a Ponz uno ya no sabe dónde está nuestro techo. Porque Unionistas ya son Ponz y once más.

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