Impedido

 

Como si fuera un espejo y el mismo ocupara toda la pantalla de un cine de los de antes, la vida te muestra tu futuro en cinemascope: llevamos tres días en casa con el padre de mi novia, impedido, y uno sabe que no es que le faltaran años para leer todos los libros que quiera, sino que si consiguiera vivir durante siglos no podría aprender todo aquello de lo que llevo años apartándome con especial énfasis en la ignorancia gratuita; en el mirar para otro lado; hasta que un día eres tú el que oliendo a orina estás postrado en una silla de ruedas sin más futuro que ese europeo que ha entrado en tu vida y tú no es que ni te preguntes el porqué, porque realmente, y tras el ictus, no sabes ni en qué día vives ni si yo soy natural de Luxemburgo o Senegal.

 

Uno se hace preguntas sobre qué fue de ese señor para que haya acabado así. Si fue debido a la mala vida, a una pésima alimentación, al exceso de sal, al tabaquismo, al abuso de informativos televisados, o si en realidad fue un asunto de ADN dejándonos para el final lo del karma, que por estos lares se lleva bastante. Pero la vida, ahora que se mueren los importantes (Dragó hace nada; Escohotado hace año y medio) hay que vivirla o no transitarla. Y hablo por mí, claro está. Porque imaginándome así, como está ahora mismo el que debería ser mi suegro, se me quitan las ganas de seguir viviendo. La dependencia absoluta como última salida, obstaculizando la vida de otros por mucho que éstos deseen ayudarte.

 

Hoy un buen amigo me decía que qué pérdidas las de Dragó y Escohotado, cuando le he replicado que más que pérdidas han sido ganancias para esta vida. Porque si Dragó o Escohotado hubieran pasado los últimos años de sus vidas con la misma capacidad intelectual de un bebé, hoy el mundo sería un lugar mucho peor. Porque ambos se exprimieron hasta el último halo dejándose proyectos por acabar, un libro por finalizar o una reseña por escribir. Y no hemos tenido que verles agonizar o mearse encima, gracias a Dios, en este mundo tan televisado. 

 

El padre de mi novia fue durante toda su vida bibliotecario en la universidad más prestigiosa de Bali. Hoy flirtea con mis libros sin saber en realidad si están escritos en su lengua materna o en la mía. Yo, que amo los libros, no querría verme en una de esas. Porque hay que llegar al final de todo como si al día siguiente trabajaras. Dejarte libros por leer y proyectos por cerrar. Y ya puestos, hasta novias por descubrir y, sobre todo, hipotecas por abonar. E incluso deudas. 

 

Dejo la columna aparcada. Me llama el señor; que necesita la cuña. Y yo aprendiendo en cinemascope. Además de soñando con una vida y paso al otro mundo al estilo de las que gastaron tanto Dragó como Escohotado, ejemplos a seguir por muy cainita que seas. Porque ese par fueron afortunados de verdad: de los que se fueron con la cabeza bien alta, ignorando lo que yo ya barrunto, creyéndose que las sillas de ruedas son sólo atrezo en los Juegos Paralímpicos.


(Publicado en El Imparcial el 25/04/23)

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