Según una encuesta a la que ha tenido acceso este cronista, si hoy fuera domingo 28 de mayo –ese día, por cierto, estaremos certificando el jugar playoff de ascenso en Fuenlabrada– Dani Ponz arrasaría en las elecciones a la alcaldía de Salamanca. De los 27 concejales Ponz se haría con 20, dejando sólo siete a repartir entre VOX, PP y PSOE, con 2 cada uno, y Sumar con 1. Desaparecerían tanto Ciudadanos como Unidas Podemos. El porcentaje de voto que aglutinaría el entrenador valenciano superaría por poco el 70%, un auténtico récord en la historia de Salamanca y de cualquier capital de España desde que vivimos en democracia. Ponz, tras la nueva victoria en Talavera y de nuevo con portería a cero –sexta en ocho partidos; 18 de 24 puntos– no ha querido entrar a valorar la encuesta.
En lo que respecta al encuentro, un Unionistas flojo en la primera mitad supo sacar su partido gracias a una segunda parte mucho mejor además de más efectiva. Carlos de la Nava, como si quisiéramos darle ventaja a los cerámicos, salió en la segunda mitad para ya a los tres minutos pertenecer al grupo que vencía por 0-1, gol de Chapela (otra vez). Pero antes, soportamos de aquella manera una primera mitad mejorable en donde no nos fuimos por detrás en el marcador al descanso gracias a Salva, a la mala puntería de ellos y a la buena suerte.
Extraña alineación de Ponz, que como queriéndonos vacilar a todos, no sólo sacó a Borja Díaz por el todocampista Nespral –sancionado–, sino que se atrevió otra vez con Ramón Blázquez, que va a soñar con Souleymane –el mejor del partido–, con Beneit, que regresaba al once a capón, y sobre todo con Neskes por De la Nava, aclarando sin querer hacer sangre que el joven granadino anda muy perdido; algo así como el preludio de lo que podría ser el clásico juguete roto del fútbol español, añadiendo que hoy salió al campo con el pelo amarillo, su única novedad palpable con respecto a los otros partidos disputados con la elástica unionista.
Cuando los más de 300 salmantinos que asistieron al encuentro en El Prado silenciaban a los aficionados locales, vimos a Pedraza corriendo a lo Ben Johnson –qué fuerte está; cuántas horas de gimnasio– justo antes de que Salva de la Cruz nos salvara en un tiro a bocajarro. A continuación, Neyder Lozano también lo intentaba cuando en medio del aluvión talaverano Óscar Sanz trataba de sacar el balón mejor jugado que el resto de los hombres del medio del campo y ataque –todos muy perdidos– cuando al menos Borja Díaz le sacaba a los talaveranos una amarilla. Blázquez en el minuto 22 casi la pifia tras un lamentable despeje hacia atrás –el Real Madrid Castilla la próxima semana no perdonará esos regalos– cuando en la pausa de hidratación –qué exageraditos con lo del cambio climático– vimos todos cómo nos estaban dando para el pelo: posesión 66%-34%, saques de esquina 2-0; disparos 6-0 con Chapela defendiendo hasta la línea de fondo otra llegada de Souleymane: la enésima.
Tras beber agua, Blázquez seguía detrás del senegalés cuando Dani Ramos remataba un córner que tocó el travesaño en lo que ya era una realidad: el 1-0 podía llegar en cualquier momento. Borja Díaz a los 32’ realizó el primer disparo (pésimo) de los nuestros cuando al menos en faltas les empatábamos a 3. En el 35’ Beneit casi la mete, aunque en realidad tuviéramos a tres jugadores en fuera de juego. Pero al menos el equipo ya no era un pelele en manos del último clasificado. Luego el colombiano Neyder Lozano, como los buenos actores latinos de telenovela, exageró una falta de Óscar Sanz, de lo único salvable en Unionistas junto a Salva –el mejor– y Leal, cuando Souleymane volvió a comerle la tostada a nuestro lateral derecho demostrándose que el Ramadán no le afecta, porque si no fuera por las exageraciones del mundo hostelero y los mastercehef, deberíamos aceptar que comer está sobrevalorado.
Justo antes del descanso Losada falló la más clara de toda la primera mitad dejándonos un sabor de boca extraño: jugábamos peor que en los peores partidos de Casañ –y contra el último– aunque seguíamos indemnes y con la portería a cero. De notable alto el pase al hueco tras recuperación de Óscar Sanz, que hoy aparte de buen defensor fue, al menos en la primera mitad, el que más criterio utilizó al repartir juego.
Los segundos 45 minutos comenzaron como si en realidad hubiéramos cambiado a casi todo el equipo cuando en realidad sólo había salido Carlos de la Nava por el muy ineficaz Neskes, nuestro Macaulay Culkin particular. Porque Chapela, nuestro Dios en el campo –fuera de él, sin duda, lo es Ponz– metió un golazo de cabeza, marcando los tiempos, tras un gran centro de Jon Rojo. El gol se produjo con la grada a favor, cerca del aliento de nuestro trescientos y poco muchachos, mucho más necesario que, por comparar, jugar con el viento de cola, aunque este hubiera sido de 560 nudos. Un minuto después, la toma de InSport TV –a la que por cierto, no le gustan las tildes–, mostraba a Dani Ponz enloquecido en la banda, dando saltos por cada indicación. Noventa segundos después del gol, Souleymani –quién si no– casi empata cuando en el 58’ Chapela a centro de Rojo por poco no calca la jugada del primer gol, aunque en fuera de juego del gaditano. Iván, imparable, sacó amarilla en el 61’ cuando dos minutos después Fran Rodríguez entró por Blázquez y Juampa Barros hizo lo propio por Chapela. Aunque la clave llegó cuatro minutos después: Souleyman, el mejor del encuentro sin duda alguna, se iba a los vestuarios cansado, como el resto de sus compañeros que seguían jugando, porque desde el 0-1 el Talavera iba sin fuerzas, pasión, y lo peor de todo, muy bajos de convencimiento: el descenso, quién si no, pesa millones de quintales.
Juampa se resbaló en el 68’ con Losada solo para embocarla cuando en el 71’ Borja Díaz pidió el cambio a gritos tras una salida de balón al borde del área propia tan lamentable que Gallardo casi nos empata. A los escasos segundos, Ponz sacó en su lugar a un interesante Unai Veiga, que aparte de controlar algo más el juego, crear un par de buenas jugadas y defender con cierto criterio, se sacó un disparo desde 35 metros que aunque no fuera a portería demuestra, una vez más, lo de que hay que chutar a puerta desde cualquier posición. En el minuto 75 los disparos ya eran de 10 contra 6, un 4 a 6 desde la avalancha de la primera media hora. Beneit, como Rojo, también mejoró ostensiblemente en la segunda mitad, donde quedaba el cambio clásico de Ponz: el de Ahn, en este caso por Raúl.
En el minuto 85 se produjo la anécdota de la noche, al menos para mí, ya que mi novia, que es balinesa, se acercó viendo cómo saltaba en la silla a preguntarme que quiénes eran los de amarillo. Cuando le dije que los míos, me dijo lo siguiente: Entonces quédate tranquilo, en el animismo sabemos que los domingos el que viste de amarillo o naranja tiene la suerte de cara. Y así fue. Porque salvo un disparo manso de Salanovic –natural de Liechtenstein– y una amarilla a De la Nava, no ocurrió nada más reseñable.
Y ahora, quitémonos todos las caretas: la salvación, aunque no matemáticamente, está hecha, cuando Ponz nos querrá engañar con que el único sueño es jugar la Copa del Rey, teniendo en cuenta que si el próximo domingo le ganamos al Castilla debemos empezar a pensar en otro milagro. El Celta B ya está a solo 7 puntos y en medio de una pequeña crisis de resultados. Porque con nuestro futuro alcalde todo es posible.

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