Baste recordar el presupuesto que gastamos además de que hace sólo un par de meses estábamos tan en descenso que todos pensábamos que nos lo jugaríamos todo al final de la temporada contra Linense, Fuenlabrada, Algeciras y Badajoz cuando no ha sido, para nada, así. Y que ayer jugábamos fuera contra un equipo que a la desesperada tenía que ganarnos para no descender a Segunda Federación. Y que también es cierto que si hoy Celta B pierde en Algeciras y Linares hace lo propio contra el Dépor la jornada no habrá sido mala del todo ya que seguiremos manteniendo posibilidades matemáticas de playoff y seremos a su vez los primeros candidatos para la plaza de Copa del Rey, lo que sigue siendo todo un honor para nuestro club. Pero de la misma forma que desde este púlpito se ha halagado hasta la idolatría a Dani Ponz, hoy debemos auditarle en base a sus decisiones. ¿Por qué Óscar Sanz no jugó? Y sobre todo, ¿por qué no entró en la segunda parte cuando lo de Borja Díaz era oficialmente una chapuza? Pero hay otra pregunta: si ya nos faltaba Losada por el ciclo de tarjetas –por cierto, cómo echamos de menos su brega–, ¿a qué viene dejar al mejor De la Nava en años en el banquillo? Y sí, incluso así pudimos haber ganado al final cuando nuestro gol en contra fue, como la semana pasada, otra falta de entendimiento entre la defensa –en este caso Jon Rojo– y Salva de la Cruz, que no acertó a detenerle el penalti a Charles que él provocó. Pero hasta habiendo metido Carlitos el 1-2 en el descuento tras buena jugada y centro de Neskes –estuvo cerca el capitán– debemos aceptar que Unionistas no jugó bien, o mejor dicho que jugó mal, esencialmente por no haber podido ejercer su clásica presión y porque la organización del juego, medio del campo y circulación de balón, durante muchos minutos era completamente inexistente.
En un estadio semivacío, señal de que los seguidores del Pontevedra ya veían a su equipo descendido tras el 4-2 de la semana pasada en casa del colista Talavera, nuestro centenar de seguidores se hacían notar y mucho. Lástima que en el campo los que ayer iban de amarillo no contribuyeran a que el aliento fuera aún más álgido. Porque la primera mitad fue soporífera ante un equipo local muy básico, aunque con una marcha de más puesta. Sólo en los primeros minutos Borja Díaz, Ramiro Mayor, Beneit y Fran Rodríguez habían errado pases claros en lo que ya se veía que no era el Unionistas de las últimas semanas. Además, siquiera el Pontevedra nos presionaba muy arriba. Bastos, su lateral derecho, contribuyó al aburrimiento disparando dos veces muy lejos de la portería. En el 17’ Álex González se comió a Borja –no fue la única vez–, cuando un minuto después la escasa afición local, con la caballerosidad de la nuestra, esparció un minuto de aplausos y consignas para reconocer a Charles, la mayor institución de la historia del Pontevedra CF. Aunque el primer gran susto lo dio Álex González, jugador lerezano más incisivo, sacándose un disparo desde muy lejos que Salva paró con ciertas dificultades. En ese mismo instante y en mi bloc de notas escribí un rotundo: UNIONISTAS, MAL. Porque no hilvanábamos una sola jugada y porque Nespral, completamente desasistido, era incapaz de salir de la tela de araña local y propia: Borja Díaz, mal; Chapela, desaparecido; Christian Santos, un islote; Juampa, a años luz del último mes de competición. Aún así Fran Rodríguez casi mete su tiro desde el borde del área que salió fuera por muy poco. Hubiera sido un 0-1 francamente sorprendente, pero que visto cómo encaja el Pontevedra sus goles, habría supuesto una victoria clara por depresión del contrario.
A la media hora llevaba tres faltas muy duras (a Leal, a Salva y a Juampa) el homenajeado Charles, además de un piscinazo que aún no acarreó tarjeta alguna. Un minuto después Juampa, al fin, sacó un córner de la nada. En esos instantes Chapela corría por la banda izquierda, Beneit por la derecha con Juampa echando una mano en el encasquillado mediocampo. Aunque en el minuto 35 Ramiro consiguió rematar arriba –se notó que era defensa central por las formas– una buena falta sacada por un Juampa Barros que poco a poco iba incorporándose tanto al partido que a continuación volvió a sacar a la defensa granate otro saque de esquina, único dato en donde nos fuimos ganándoles al descanso: 1-4; porque la posesión era de ellos (57%-43%) y hasta parte de la intensidad. Antes, Salva había vuelto a detener el peligro en las botas de Álex González cuando Ramiro Mayor, nuestro rematador más importante de la primera mitad –creo que queda todo dicho–, cabeceó sin precisión tras otro córner. Se cerró la primera mida con dos asuntos meridianamente claros: el equipo no funcionaba e incluso era peor que el local, y aún no habíamos tirado una sola vez entre los tres palos.
La segunda mitad se inició sorprendentemente sin cambios. Por lo que imaginé una reprimenda causa efecto de un giro de 180 grados sobre el césped de Pasarón. Pero no fue exactamente así aunque Beneit, ya desde la izquierda, tirara un par de veces con peligro. Borja Díaz en el minuto 50 vio una amarilla por lo que su cambio era ya un clamor, agrandado cuando sesenta segundos después se durmió relativamente cerca del área visitante dejándose robar el balón –fueron varias veces– antes de tirar, centrar o pasar. Pero como penitencia por lo que llevábamos de partido, en el minuto 54 otro sorprendente error de entendimiento entre la defensa –en este caso Jon Rojo– y Salva de la Cruz, hizo que éste último le hiciera penalti a Brais Abelenda, bastante desaparecido durante el partido, que el homenajeado Charles, cercano a cumplir los 40 años de edad, no marró. Corría el minuto 55 y no por ir perdiendo 1-0, sino por la floja imagen ofrecida, las cosas se ponían muy cuesta arriba.
Ponz reaccionó no sólo sacando al campo a Mikel Carro por Borja Díaz, inoperante, sino indicándonos que Óscar Sanz no iba a jugar –¿barriga llena, míster?–. Beneit en el 62’ volvió a chutar a puerta sin resultados positivos; pero al menos era el único que lo intentaba. Y como todo seguía parecido, sin visos de giros contrapuestos, llegó el cambio real al equipo con las salidas a la vez de Una Veiga por un flojo y desasistido Nespral, y sobre todo, de Carlos de la Nava por Beneit. Veinte minutos –¿serían suficientes?– tenían los nuevos para tratar de cambiar el signo del encuentro. Y más por la inercia de que seguimos en buena racha y porque ellos tenían mucho miedo además de evidentes carencias, llegó el empate en una jugada que demuestra el bajo nivel del conjunto rival: Fran Rodríguez saca de banda de manera potente, De la Nava ve como el primer bote pasa cerca de él –ya se había llevado a dos defensas– cuando tres más, de manera pueril, fueron tras un Unai Veiga, tipo de metro noventa, incapaz siquiera de rozarla, lo cual permitió que el goleador conocido a nivel mundial y único delantero centro del equipo, Christian Santos, la metiera de zurda, completamente solo, de patio de colegio, tras el segundo bote. Dos botes del balón en el área pequeña y la mete nuestro único delantero. De un saque de banda. Ojo.
Desde ese momento el Pontevedra, depresivo por su extrema situación, se vino completamente abajo, hecho éste que no terminó de aprovechar Unionistas por falta de tiempo y porque, la verdad, no lo habríamos merecido. A diez minutos del final, Ponz sacó a Neskes por Juampa y a Marcos Bravo por Rojo. De la Nava sacó tarjeta a Churre cuando en el 85’ éste último remató de cabeza arriba. Un minuto después, más por corazón que por cabeza, Salva de la Cruz volvió a detener otro disparo de Álex González, el mejor de los locales, que se colaba. Aunque de ahí al final, Unionistas cercaba sin profundidad, con un Unai Veiga que sorprendentemente no se echa al equipo a sus espaldas cuando es necesario y no está Nespral, y con un Neskes que tras errar un par de pases encontró en la banda izquierda un espacio del que, al fin, trató de sacar provecho centrando un par de veces al área, siendo la última la que remató De la Nava de forma acrobática fuera, en lo más cercano que estuvimos de ganar el encuentro. Aunque no lo olviden: seguimos sumando e imbatidos, metiéndonos los goles casi nosotros mismos, pero nos quedamos con muy mal sabor de boca tras nuestra visita a un Pasarón, lo recuerdo otra vez, desangelado.
Esta crónica se titula de Entrenadores y autobuses. Y tras tratar de escrutar a Dani Ponz nos falta el otro asunto: ¿era necesario quedarse a dormir en Pontevedra la noche anterior entrando al partido desde la habitación de un hotel, frescos y descansados, y no desde un autobús, encogidos y mareados? Todos sabemos de las condiciones económicas de nuestro equipo, pero a decir verdad este partido era la última bala cuando hemos sacado, al parecer, 200.000 euros extras por las ventas de Jesús de Miguel, Tropi y Mario Gómez. Sea como fuere, empatamos por nuestro mal partido cuando pudimos haber perdido. Y salvo que hoy domingo Celta B o Linares pierdan –e incluso así– hemos dado un paso casi definitivo para no jugar el playoff cuando al menos nos queda la plaza de Copa del Rey que podría ser matemática el próximo fin de semana si ganamos en casa a la Cultural Leonesa, que ya no se jugará nada. Aunque déjenme decirles otra cosa; por llevarme a mí mismo la contraria: si hoy el Celta B perdiera en Algeciras, ¿acaso no creen que sería probable que las dos últimas jornadas las perdiera contra el intratable y muy necesitado Ceuta y contra el que aún puede ascender directamente, y me refiero al Racing de Ferrol? Porque aún la tristeza me corroe menos que las posibilidades a las que aún debemos agarrarnos.

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