Me tuve que quedar otra vez a ver a mi Unionistas, en estas madrugadas que a veces se te hacen eternas, porque presiento que estamos de nuevo en el camino adecuado. Además, que no ver un partido en Las Llanas es como no pedirle salir a la que te gusta tras catorce cafés. Campo embarrado, de gradas viejas y cercanas con aficionados de pie, que convierte a todo el que juega allí en campeón del juego directo donde las florituras se dejan para los lunes, que es el día de descanso. A sumar que tras la fama mundial de la frase gol en Las Gaunas, siempre quedarán en mi recuerdo las de penalti en Ipurúa y el conectamos con Las Llanas, minuto y resultado.
Una de las mejoras de Unionistas es, sin duda, que ya llevamos varias semanas en donde salga quién salga a jugar –y esto no ocurrió en el primer tercio de la temporada– el equipo lo hace parecido. Tanto si sale Cacharrón como si se pone los guantes Iván Martínez, si es Carlos Giménez lateral derecho o es Camus el que sube la banda, si falta atrás Erik o Ramiro o juegan los dos, o si por la izquierda actúa Ekaitz o Jon Rojo. Y también Ponz ha conseguido que, aunque Nespral sea más creativo, vistoso y goleador que Jordi Tur o que Javier Villar sea más imponente y completo que Adri Gómez, cuando son estos últimos los que participan, todo siga casi igual. Y claro, tanto si sale Juan Serrano como si lo hace Alfred Planas, o como si es Rastrojo o Álvaro Gómez, también da lo mismo si juega Losada solo en punta con Asier Teijeira por detrás o si lo hace el madrileño por detrás de Slavy, por lo que de cualquier forma y manera, el equipo juega casi igual y saca siempre resultados positivos (Sporting, Barcelona B, Villarreal, Rayo Majadahonda y Sestao), teniendo en cuenta que aunque perdiéramos contra el FC Barcelona el equipo tuvo un comportamiento notable.
A decir verdad, ayer en Las Llanas, después de todo el resacón copero, el largo viaje, y sobre todo, el saber que al equipo local no le quedaba otra cosa que ganar, anclado desde el inicio del campeonato en puestos de descenso, haber sacado un empate y con portería a cero es un resultado positivo, sobre todo desde la expulsión de Ramiro. Y hasta esa tarjeta roja podría considerarse algo bueno, ya que Ramiro Mayor evitó el casi seguro gol del contrario y así podrá descansar una semana, porque él, curiosamente, nunca rota. Y aunque pudimos adelantarnos en un par de ocasiones clarísimas –seguimos sin delantero rematador; 13 goles en 20 partidos– hemos de dar las gracias porque desde que nos quedamos con diez a mediados de la segunda parte, no sólo ellos dieron tres veces en nuestros palos, lo cual ya es buena suerte, sino que en dos remates a posteriori, con Cacharrón batido y el tipo a metro y medio de la portería, ellos no fueron capaces de anotar.
La suerte de los campeones suele ser la antesala de ser campeón, de parecer importantes para el resto. Y ojalá estemos en los albores de lo que el año pasado, en fechas parecidas, fue el comienzo del milagro Ponz. Por ahora, estamos en el camino: de las últimas cuatro jornadas del campeonato tres porterías a cero, de los tres últimos encuentros dos victorias, a sumar que por medio hemos pasado eliminatorias de Copa del Rey contra el Sporting y el Villarreal. Y claro, ahora llega a nuestro fortín un Cornellà de capa caída, al que debemos hincar el diente por dos razones: porque nos metieron tres en la ida, y porque de nuevo la afición deberá llenar el campo, generando así ese ambiente tan balsámico para nosotros como contaminado para el rival.
Y si ganamos la semana que viene, comienzo a ver a un equipo perfectamente engrasado al que las piezas que le faltan ya van llegando (Dani Nieto) o están a punto de hacerlo, ¿verdad, Rubén Andrés?

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