Tuvo suerte Unionistas de que este partido cayera en Semana Santa, con bastantes socios de vacaciones, contra la SD Logroñés, que aunque sea equipo hermano también lo es flojo de solemnidad, y sobre todo, tras vencer la semana pasada en Tarragona, porque tras otra derrota en tierras catalanas este infame partido habría podido ser otra losa en el camino.
Está claro que la fortuna está de nuestro lado. Y no porque no hayamos sido mejores que la SD Logroñés, sino porque, aunque lo intentáramos, no jugamos nada bien contra un contrario nefasto, miedoso, coartado, mediocre. Me gusta que el futbol sea popular y que las aficiones se hermanen, pero debe quedar claro que si hoy hubiéramos traído al Reina Sofía a un autobús de posibles para hacerse socios la próxima temporada, habrían salido corriendo.
Ponz al menos salió con la defensa que nos une; la que no se descose. Y con Javi Villar, otra vez, de mediocampista creador, por el que el Real Madrid debería pagarnos una prima ya que nos envió a un mediocentro de contención y le vamos a devolver a un Fernando Redondo. Del resto de primera parte, dominio sin fisuras, aunque sin profundidad ni ocasiones de Unionistas, ante un equipo que más que jugarse el descenso parecía que venía en pretemporada o tras una intoxicación alimenticia.
La segunda mitad más de lo mismo con la salvedad de que con los cambios el rival parecía acercarse, sin mucho brío, a nuestra portería. Ahí Ponz también hizo las sustituciones adecuadas, aunque casi siempre muy tarde. Porque si Slavy en el descuento no hubiera provocado un penalti algo dudoso –con la ocasión anterior que lanzó al limbo y en sólo diez minutos hizo más, en ataque, que Etxaniz y Losada juntos–, estaríamos hablando de un lamentable empate a cero, sobre todo porque el contrario no jugaba a casi nada.
Esta victoria, y a la espera de los resultados de mañana, nos deja con la categoría prácticamente salvada a, ojo, ocho jornadas del final, con la Cultural a un partido y el Arenteiro a un punto. Y déjenme decirles algo: con la Ponferradina, equipo que cierra el playoff de ascenso a Segunda División, a ocho puntos y en relativa caída libre, cuando la semana que viene vamos a jugar nuestra final de la temporada. Porque si en Riazor practicamos el mismo fútbol defensivo–solidario de Tarragona y aprovechamos las pocas ocasiones de las que dispondremos, y además, sacamos a nuestro máximo artillero Slavy, a poder ser, al menos a media hora del final del partido, podríamos generar, otra vez, esa emoción en un fútbol desprovisto de milagros, la cual sería la tercera victoria consecutiva con, imagino, otra portería a cero.
Hoy, en un partido muy impopular para el espectador, casi sin ocasiones, algo trabado, y con el contrario a verlas venir, hemos puesto otra piedra en la torre que podría levantar un milagro sin precedentes en el fútbol popular. Porque ganar en Riazor y colocarnos relativamente cerca del playoff a siete jornadas del final apesta a gloria. Y porque perder allí tras estas dos victorias consecutivas no sería, salvo pésima imagen y/o goleada, un problema mayor.
Y no podemos dejar pasar que veinte segundos antes de nuestro penalti Carlos Giménez podría haber parado el balón con el brazo derecho dentro de nuestra área. Carlos Giménez, por cierto, que de nuevo estuvo notable en un partido gris, donde Iván Martínez, que pasó casi desapercibido, jugaba con una extraña equipación y sin nombre sobre el dorsal, cuando y no por la pericia a la hora de rematar, sino por la coleta, más de una vez confundí a Losada con Christian Santos.

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