Uno de los peligros de los entrenadores es que, a menudo, son cesados. A su vez, entrenar posee una clara ventaja con respecto al futbolista, exactamente la misma antípoda: que el señor que dirige el banquillo, el que hace las alineaciones, el que decide las tácticas a seguir, las sustituciones, lo hace durante toda la duración del encuentro sin que nadie, salvo el árbitro expulsándolo, le pudiera separar un solo segundo de su cometido. No sé si de este detalle se ha dado cuenta nuestro míster Dani Ponz. O, dicho de otra forma: ¿cómo encararía Ponz los partidos si le sacaran a entrenar solamente durante los últimos minutos del mismo? ¿Creería posible que en ese escaso margen de tiempo podría darle la vuelta, por ejemplo, al 1-2 que ayer cargaba contra el filial de Osasuna? (Ahora esta exhibición de situaciones hoy día completamente rocambolescas podrían ser mañana, con tanto cambio en las reglas del fútbol, una completa realidad. Los equipos contratan a tres entrenadores diferentes y la dirección deportiva decide quién comienza el encuentro y si alguna de las sustituciones tomará el testigo).
El partido de ayer fue mediocre. Uno más. Unionistas ha perdido la tensión y la emoción necesarias para al menos sacar empates meritorios. Porque los de Sestao, Tarazona y hasta en Lugo, sobre todo por su muy deficitaria segunda mitad, para nada los fueron. Llevamos semanas de buena suerte que ayer podría haber continuado a nuestro favor si en vez de a un cuarto de hora para el final Slavy hubiera salido al campo tras el descanso. Porque a Slavy, el capo de los ninguneados de esta plantilla, que muda de jugadores continuamente y de sistemas y posiciones sin cesar, le tiene guardada, desde hace unos meses, el peor cacho de la tarta. Y recordemos que el mocetón de origen búlgaro sigue siendo a día de hoy el máximo goleador del equipo. Ayer, incluso, tuvo una posibilidad muy clara a los cuatro minutos de haber salido cuando al que sustituyó lleva meses sin meter gol ni acercarse a ello. A uno le ha quedado claro ya que Slavy no es Cristiano Ronaldo, y sobre todo para nuestro entrenador. Pero, ¿es acaso Losada el reflejo exacto de Leo Messi? ¿Soy el único que observa que viendo los nefastos resultados desde hace un mes poner a Slavy más de diez minutos no sería un oprobio para el equipo?
Y hablando de cambios al final, salvo que Nespral se lesionara o pidiera el cambio por falta de oxígeno a la hora de regar el cerebro, ¿qué sentido tiene en un descuento donde eres tú el que va perdiendo hacer un cambio en el minuto 91? ¿Se entrena de lunes a viernes el salir enchufado el fin de semana noventa segundos, donde entre parones, pérdidas de tiempo y otros asuntos es posible que ni llegues a rozar la pelota?
Lo que nos ha quedado claro es que Dani Ponz está contento con los cambios continuos de alineación; y que incluso los jugadores que fueron suplentes la jornada anterior y la siguiente son titulares, también. Pero, ¿es beneficioso para el juego del equipo tanto cambio? Si ya no participamos en la Copa del Rey, ¿para qué desmontamos a los equipos cada siete días? Ayer hubo cambio de porteros, como al inicio de la temporada. Y nos metieron dos goles, que incluso pudieron ser tres. ¿Culpa de Iván Martínez? Para nada, incluso detuvo el penalti al final, aparte de realizar dos soberanos paradones. Pero seamos justos: ¿no ven en el segundo gol un extraño, tardío e incompleto escorzo del guardameta navarro que ve cómo el cabezazo de Yoldi se le cuela junto a su muñeca izquierda?
Si Ponz quería tener enchufados a todos a la vez casi lo está consiguiendo, salvo un por detalle con importancia: el equipo sufre semanalmente con tantos cambios cuando los contrincantes todo lo contrario.
También debe quedarnos claro cuál es el presupuesto del que disponemos y que luchar por la Copa del Rey –si la próxima semana perdemos en Tarragona y Tarazona, Sestao o Teruel vencen acabaremos peleando por el descenso, con la entrañable sobredosis de tristeza adquirida gracias a la enorme frustración– es de un gran mérito. Y que la liga es muy igualada y que casi cualquiera de los de abajo puede vencer a casi cualquiera de los de arriba, sobre todo en esta fase final del campeonato. Pero aquí no estamos hablando de eso, que no deja de ser un tópico, sino de lo mal que jugamos desde hace un mes, de los nefastos resultados que estamos consiguiendo, que serían de cero puntos si en Sestao, Tarazona y Lugo hubieran estado los contrarios menos desafortunados.
Ponz, hoy protagonista de esta crónica, debe, como Nerón, aceptar que alguien externo le recoloque mentalmente, le advierta o le aconseje. Por ejemplo, que se busque un Séneca. Pero no para acabar defenestrándole forzándole a su suicidio, sino para que permita que alguien le diga que estamos no ya de capa caída sino en una situación que podría ser peligrosa de aquí a sólo un par de semanas. Y estamos a tiempo, sino de todo, sí de al menos volver a mirar al Arenteiro como meta a alcanzar, mucho mejor que contabilizar cada diez minutos, mirando la clasificación con desasosiego, cuántos puntos le sacamos al Rayo Majadahonda, con el sudor frío y la glotis cerrada.

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