Ando viajando y promocionando mi nuevo libro, pernoctando en casas de amigos que descorchan tintos notables, cuando otros amigos me llaman para dar paseos, escuchar música en directo, comer bajo la atenta mirada de la primavera mediterránea. Quiero decir con ello que ayer no vi el partido de Unionistas contra el filial de la Real, un sacrilegio pero menos. Y que ganamos, como últimamente, y además con otra portería a cero. Pero para portería a cero la de la Cultural, que empató en casa contra el Teruel, además de la del Arenteiro, que hizo lo propio en Fuenlabrada.
El fútbol es ilusión. Y la mía, profunda y deseada, no es sólo debutar dentro de dos domingos en el Reina Sofia donde dicen que nos jugaremos la Copa contra el Arenteiro, porque en mis exageraciones continuas sé que si la Cultural sigue dejándose puntos y el Cádiz ganara en Sevilla, el Celta podría dar con sus huesos en la Segunda División, algo que alegraría mucho a los coruñeses, que recién ascendidos a Segunda, disfrutarían del derbi gallego, cuando para mí la clave sería que al fin jugaríamos playoff de ascenso a Segunda: la auténtica ilusión.
Y poco más puedo contarles, salvo que los unionistas deberían acudir en masa al Cerro del Espino ya que si ganáramos allí y el Arenteiro empatara ya tendríamos asegurada esa última plaza copera, y quién sabe si con la ayuda del Athletic, tan en forma, podríamos jugarnos en casa en la última jornada la auténtica ilusión. Que cosas más raras se han visto.
Por lo demás, enorme entrega de nuestra afición que, en cuatro mil personas, acudieron al Reina. Y esto, señores, huele a algo más que a la plaza de Copa. Créanme. además de aviso a navegantes para el ayuntamiento: hay que ampliar el graderío del Reina. Y ya no les digo nada si ascendemos.
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