Otro medidor de la felicidad

 

Se escrutan a las poblaciones que más sonríen o las que menos ansiolíticos consumen cuando existe otra forma de saber si uno es feliz o no. Y a mí ese procedimiento me ha tocado de lleno. Resulta que desde la pasada semana que viajé desde Tailandia a España utilizo calcetines y zapatos. Primero, por el frío del avión, y después, porque en Madrid y Barcelona la temperatura, sin ser extremadamente fría, sí que no llegaba ni a la mitad de la que padecía en Bangkok. Pues bien, en chanclas se vive mejor. Y paso a explicarlo.

 

De hecho, tuve que acudir a una farmacia sita en Chueca porque en el talón de mi pie derecho se había formado una herida que, junto al dedo pequeño del también pie derecho, dibujaban en mis andares una cojera ostensible que mis cercanos creyeron como esguince de tobillo o incluso, los más futboleros, rotura de los ligamentos de la rodilla. Cojear por tener que aprender de nuevo a caminar embutido en un par de zapatos. Pies a su libre albedrío que se ven nuevamente deformados por la prisión camper, a cien eurazos el par de claustrofóbicos productos. 

 

Y ante tamaños problemas físicos, ahora visto con pantalones y chanclas, lo cual afecta a algunas de las personas con las que me cruzo, como si a mí me preocuparán los puntos de vista de los demás, sobre todo cuando paseo –hoy una señora me miraba de arriba abajo deteniéndose en mis fabulosas sandalias–. A esto, hay que sumar que la tercera decadencia que genera el pasar de la chancla continua al zapato cerrado está en que cada noche, y al irme a la cama, uno degusta, muy a su pesar, un tufillo a sudor que sale de los pinreles, antaño a la fresca. 

 

Deseo que la primavera donde aún bajamos de los diez grados centígrados en algunos momentos del día avance hacia un verano suave para que mis chanclas vuelvan a ser mi único calzado. Y que los zapatos se queden olvidados hasta que el otoño más invernal haga acto de presencia dentro de, espero, medio año. 

 

Porque la felicidad también está en el desprenderte de tantas y tantas cosas como, por ejemplo, los zapatos. 


(Publicado en El Imparcial el 17/05/24)

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